El 5 de junio de 1981 la comunidad científica dio a conocer los cinco primeros casos de sida, una enfermedad cuyo origen sigue siendo un interrogante.
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"En el período que va desde octubre de 1980, hasta mayo de 1981, 5 hombres jóvenes, todos homosexuales activos, han sido tratados de neumonía Pneumocystis carinii confirmada por biopsia en 3 hospitales diferentes de Los Ángeles, California. Dos de los pacientes han muerto". Así comenzaba el artículo que, el 5 de junio de 1981, publicó el CDC de Atlanta (Centro de Control y Prevención de Enfermedades) en su boletín epidemiológico semanal. Por entonces, ni los médicos, ni los expertos, ni nadie sobre la Tierra sabía que aquellos sujetos -hasta entonces perfectamente sanos- eran unos de los primeros seres humanos conocidos en padecer el síndrome de inmunodeficiencia adquirida. Una dolencia más conocida como sida y que, a pesar de ser considerada como la gran pandemia del siglo XX, sigue teniendo varias incógnitas a sus espaldas. Entre ellas, quién fue el paciente cero o cómo llegó el virus a expandirse por el mundo hasta afectar a millones y millones de personas.
Desde entonces, el sida -y su causa, el VIH (el virus de la inmunodeficiencia humana)- se ha convertido en una de las enfermedades que más muertes ha causado en la época moderna. Así lo afirma la Organización Mundial de la Salud, donde se explica que, desde que se tiene constancia de su existencia, esta enfermedad se ha cobrado la vida de más de 36 millones de personas. En la actualidad, y a pesar de que es una dolencia que se puede controlar, tampoco hemos logrado liberarnos de su lacra, pues hay 35,3 millones de seres humanos infectados por ella -de los que más de dos son niños-. A su vez, han tenido que pasar 30 años tras el descubrimiento de este mal para que la sociedad deje de verlo como una causa de vergüenza. Y es que, en los ochenta fue considerado erróneamente como un virus cuya propagación solo podía ser evitada cerrando las fronteras (una idea fomentada, entre otros, por el presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan) y aislando en sus casas a los enfermos. Por suerte, el tiempo ha hecho a la sociedad más sabia.
UN EXTRAÑO ORIGEN
A pesar de que el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos puso el foco en 1981 sobre esta nueva enfermedad, para entonces ya se había cobrado varias vidas. Sin embargo, se desconoce el momento exacto en que el VIH y el sida hicieron su aparición. Las teorías son varias, pero una de las más aceptadas es la que afirma que esta enfermedad afectaba en principio únicamente a los animales. "Como ocurre con un gran número de enfermedades infecciosas, los datos disponibles apuntan a que el VIH fue el resultado de una mutación de un virus similar que afectaba a otras especies animales. Es decir, al igual que sucedió, por ejemplo, con la gripe, el sida habría sido en sus comienzos una zoonosis (una infección que habría superado la barrera entre especies para saltar al ser humano)", explica Pedro Pérez, del Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH, en su dossier Origen y evolución del VIH.
De una opinión parecida es la doctora Shereen Usdin (una reconocida facultativa licenciada en medicina por la Universidad de Harvard y experta en esta enfermedad). En su obra Sida, esta mujer es partidaria de que la madre naturaleza nos castigó con este cruel salto entre especies a principios del siglo XX. Esa época habría sido en la que la cepa más letal del VIH (el VIH-1) habría pasado de un animal a un humano en África central. Con el VIH-2 (un subtipo menos agresivo) habría sucedido algo parecido, aunque algunos años después y en África Occidental. "La conclusión de que este es el origen del sida se basa en las similitudes entre las formas de los virus humanos y de los monos, además de en la geografía común que comparten las cepas víricas humanas y de los monos. Aunque nadie sabe la respuesta definitiva de cómo sucedió esto [...], lo más probable es que el virus pasara a los seres humanos alrededor de 1930, al contaminarse un corte en la mano de un cazador -o de una persona que preparara la carne de mono para cocinar- con la sangre de un mono infectado", añade la experta.
Esta afirmación coincide de forma aproximada con la teoría que, hace menos de un año, presentó un equipo de investigadores de las universidades de Oxford y Lovaina (Inglaterra y Bélgica respectivamente). En ella se señalaba que, para encontrar el origen del VIH, es necesario retroceder en el tiempo hasta 1920. Ese habría sido el año en el que, en Kinshasa (en la actual República del Congo), el virus pasó de ser el VIS (Virus de inmunodeficiencia de simios) a VIH. A su vez, los expertos explicaban que la expansión del mismo se produjo también en esta región debido a dos causas principales: la comercialización de las relaciones sexuales con prostitutas, y el uso por parte de los médicos de las mismas jeringuillas a la hora de tratar de controlar las enfermedades de transmisión sexual en la zona. Así lo afirmó, al menos, el genetista español David Posadas en 2014 a la revista Science (señalando siempre que todo son interpretaciones, y no datos fehacientes).
Con todo, tampoco faltan aquellos 'conspiranoicos' que creen que esta enfermedad nació durante la Guerra Fría como un virus letal capaz de aniquilar a la población del bando enemigo. Así lo creía el científico Andreas Faber-Kaiser (citado por Miguel Pedrero en su libro Corrupción, las cloacas del poder: Estrategias y mentiras de la política mundial). Este hizo referencia en su momento a que dicha teoría había sido señalada por varios expertos como Jacob Segal a principios del siglo XX. "El profesor Segal, de la Universidad de Berlín Oriental, apunta a que fue probablemente en los laboratorios de Fort Detrik (Maryland) donde tuvo lugar la manipulación genética. El doctor Segal ha elaborado un informe de 30 páginas sobre su convicción del origen artificial del virus, en el que se afirma que el retrovirus VIH [...] es una combinación del virus MAEDI-VISNA, oriundo de las ovejas, y el virus humano de la leucemia de células. [...] Muy probablemente, añade el doctor Segal, los científicos no eran conscientes de la terrible creación que habían logrado". Esta idea es, a día de hoy, totalmente denostada por la comunidad científica.
LOS CASOS DESCONOCIDOS
Aunque los datos recabados no han ayudado a averiguar el momento preciso en el que el VIH pasó de ser una enfermedad animal a humana, se sospecha que este hecho se debió suceder a principios del siglo XX debido, entre otras cosas, a que el caso más antiguo de sida del que se tiene constancia en los archivos data de 1959. Tal y como explica la doctora Usdin en su libro, esta primera persona fallecida fue un hombre de la actual República del Congo. No obstante, el periodo de incubación necesario para que el virus acabe con el cuerpo humano (hasta un total de cinco años) obliga a tomar esta fecha como una mera orientación "Basándose en el tiempo que se necesita para que se produzcan cambios genéticos, se especula con que el virus debe haber estado entre nosotros durante muchos años antes que esto", añade la experta en su obra.
"El hombre, de 25 años, presentaba desde noviembre de 1958 una gingivitis crónica y lesiones cutáneas indoloras en la espalda. Anteriormente siempre había gozado de buena salud, pero en Diciembre de 1958 [empezó a tener] fatiga persistente, pérdida de peso, fiebre nocturna y tos con flemas", explica Mirko Drazen Grmek -experto en Historia de la medicina- en su libro Historia del Sida. Tras sufrir todo tipo de dolencias como sangrados anales, nuestro triste protagonista fue ingresado en un hospital de Manchester, donde dejó este mundo tras una terrible agonía. Todo ello, para desconcierto de los expertos, los cuales no sabían qué enfermedad le aquejaba y que habían desechado una decena de diagnósticos antes de verle fallecer. El desconcierto aumentó después de que muriera ya que, cuando se le realizó la autopsia, se distinguió un extraño quiste en el cerebro que no coincidía con ninguna enfermedad conocida. Por entonces no se halló explicación alguna y se achacó todo a una curiosa coincidencia. Al caso, además, no se le otorgó ninguna importancia y fue archivado. Dos décadas después se descubrió que aquello era sida.
En palabras de Grmek, fue necesario esperar algunos años para que se tuviera constancia de otros dos casos, aunque por entonces fueron clasificados meramente como 'enfermedades extrañas'. "Están muy alejados el uno del otro tanto en el espacio como en el tiempo (Inglaterra, 1961 y Suecia, 1967), pero tienen varias características en común: la enfermedad oportunista es una infección diseminada debido a microbacterias; los pacientes eran muy jóvenes y de sexo femenino", añade el experto. En 1975 otra persona falleció por causas similares. En este caso, era un marinero noruego que había hecho varias escalas en África. No obstante, en aquellos años ni se barajó que estas defunciones pudieran tener una relación entre sí por lo que, nuevamente, el suceso fue archivado y el cadáver enterrado y olvidado.
LOS CASOS QUE POPULARIZARON EL SIDA Y EL ESTIGMA
A principios de 1980 este desconocimiento general cambió gracias al doctor Joel Weisman, un médico de Los Ángeles que solía trabajar con grupos homosexuales y que se percató de que, en un plazo de tiempo de apenas unas semanas, cinco de ellos comenzaron a padecer una serie de síntomas similares. Entre los mismos destacaban episodios de fiebre, pérdida de peso repentina y tumefacción (o hinchazón) linfática. A su vez, y según avanzó el tiempo, sufrieron también de diarrea e infecciones severas tanto orales como anales. Tras realizar múltiples pruebas, el buen doctor encontró que la sangre de varios de ellos había sufrido una reducción radical de linfocitos (una célula sanguínea que, junto con otras sustancias, se encarga de combatir las enfermedades cuando estas llegan a nuestro cuerpo). El estadounidense se percató, por tanto, de que se encontraba frente a una nueva dolencia que hacía que el sistema inmunológico no pudiese reaccionar ante las amenazas y que, en definitiva, podía volver letal cualquier virus.
"Los médicos se dieron cuenta de repente y con gran asombro de la existencia de una enfermedad que les pareció 'nueva'. Nueva porque aparentemente antes nunca se había visto y porque, para comprenderla, debían recurrir a modelos desconocidos en la patología y la epidemiología clásicas", explica Grmek. Aquel descubrimiento fue dado a conocer el 5 de junio de 1981 por el boletín del CDC, en el que también se explicó que dos de los pacientes habían muerto durante el proceso. "La gravedad de la enfermedad era impresionante. [...] A pesar de una quimioterapia intensiva [...] dos de los enfermos sucumbieron rápidamente y ninguno de los otros tres restantes parecía estar en vías de recuperarse", determina el médico en su obra. Aquel documento fue el primer signo de que un extraño virus había llegado hasta el mundo occidental y, según parecía, pretendía quedarse. A su vez, el que se informara de que todos los enfermos eran homosexuales e inhalaban 'popper' hizo que la ciudadanía estigmatizase a estos colectivos acusándolos de haber sido los encargados de 'propagar' el sida en el mundo civilizado. Una idea, por suerte, que ya ha desaparecido de la mente colectiva.
Aquel informe fue el principio del fin del sida (pues, gracias a este descubrimiento, se pudo poner coto a la enfermedad y, finalmente, controlarla), pero dio también el pistoletazo de salida a una era en la que el miedo al VIH tomó las calles de medio mundo. Particularmente, lo que más pavor generó entre la población fue el no saber cómo se propagaba, lo que llevó a la sociedad a rechazar a aquellos que padecían la enfermedad. "Hacia 1986 el sida ya había aflorado en todas las regiones del planeta y el mundo buscaba con avidez un chivo expiatorio. Empezaban a imponerse el estigma y la discriminación, que brindaron un copioso festín para la homofobia", explica Usdin. Los políticos contrarios a la inmigración vieron su sueño hecho realidad con la aparición de este mal, pues les permitió tomarla con los extranjeros que llegaban a sus países. Un claro ejemplo de ello fue Ronald Reagan quien, como presidente de los Estados Unidos, incluyó el sida en la lista de enfermedades contagiosas por las que se podía "denegar la entrada a los inmigrantes que [solicitaban] residencia permanente" en América del Norte.
Autor: Manuel P. Villatoro
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